UNA TARDE LLUVIOSA (Antonio Ramírez Córdova - PUERTO RICO).

    El hombre comenzó a balancearse en el sillón para recordar que una tarde lluviosa se vio arrastrado por el deseo de escribir un relato sobre un amigo querido al tener frente a él un inmenso vacío. Un amigo que, según sus palabras, le encantaba soñar bajo la luz de la luna y escribir en la arena el nombre de una muchacha bellísima mientras cantaba, como si hubiese sido Luis Miguel (“El sol de México”), una canción de Benito de Jesús que dice: Llevo tu nombre en mi pensamiento, amarrado a un recuerdo que es un lamento. Recordó que junto a él había sentido, no pocas veces, la verdadera cordialidad y que por él había soltado ruidosas carcajadas la vez que destapó una botella de ron blanco para contar algunas buenas historias de aparecidos. Recordó que se quedó dormido, y que cuando el resplandor del alba entró por la ventana, despertó y pensó que la amistad es así, un hálito de luz que vale mucho más que un tesoro de diamantes, o que la flauta amarilla de un pájaro canoro.

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