jueves, 28 de enero de 2021

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA EDUCACIÓN.

 EN BLANCO.

28 de enero del 2021.

Por: Pym.

Hace unos días estuve reflexionando situaciones de personas que pueden vivir sin libros, pero en específico, en aquellas que pueden hacerlo porque no tienen otra opción. Un reconocido jurista hizo una pregunta para que sus seguidores opinaran en cuanto a la diferencia de índices de lectura entre un país que se destaca por los elevados números de lectores y por otro lado, nuestro país. Las opiniones estuvieron a flote.

Imaginen a un niño que trabaja con su padre arreglando zapatos, el niño está todo el día y parte de la tarde haciendo labores que le encargan, no tiene un aspecto de cuidado que debería tener un infante a su edad, tampoco se le ve con una libreta o haciendo tareas, en sus tiempos libres juega con algunos vecinos, no sabe leer y tampoco escribir, no conoce los libros infantiles, entonces él puede vivir sin libros porque jamás los ha tenido, porque no los conoce, no sabe que los necesita, desconoce de su importancia y él conoce otras necesidades.

Tal vez al leer esto su mente trajo de vuelta alguna historia con las mismas desventajas, alguna realidad que desearíamos no existiera en México.

El artículo tercero de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos hace referencia a la educación como un derecho que debe ser garantizado para toda persona, desde la educación básica y media superior como obligatorias y la educación superior con términos específicos.

Tener acceso a la educación es tener la posibilidad de aprender a leer y escribir, a conocer una biblioteca escolar, Vargas Llosa (2010), en su discurso al recibir el Premio Nobel, menciona:

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida.

Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. (p.1)

Decir que todos rechazamos un libro o nos da flojera leer suena utópico, ojalá que el mayor problema fuera la holgazanería o falta de tiempo. Bibliotecas públicas cerradas con polvo entre sus páginas y humedad, o en espera de libros. Un lector que aún no conoce la sensación de poder elegir entre la realidad y la ficción; y un libro que aún no sabe porqué está aquí.

En México, la alfabetización es un problema urgente, dar libertad de elección a todas las personas por igual, al decidir qué leer y cómo leer, por el hecho de que saben leer y puedan tener esa posibilidad de buscar libros como una necesidad. Ese derecho que no todos gozan por igual.

Y es así como volvemos a los índices de lectores, porque yo puedo leer veinte libros en un año, y dejar en el librero otros veinte en espera, pero soy la misma persona con esos veinte libros que seguirá leyendo más adelante. Sería mejor que aquellos que no pueden elegir, aprendieran a leer, y quizá algunos de ellos se sumarían a ese índice de lectores, y entonces no seríamos más escritores que lectores. Tendríamos más lectores con poder y capacidad de elección. Y esos lectores andarían por la calle presentando libros como si fueran personas: “¡Oye, acabo de conocer tal libro, deberías darte una vuelta por sus hojas!”; y la lectura no fuera un lujo sino un verdadero derecho inherente a todos los seres humanos.

 

¿Cómo debió de llegar ese libro a Guernsey?

A lo mejor los libros tienen una especie de instinto secreto

para acabar en el hogar de los lectores que resultan perfectos para ellos.

Sería maravilloso que así fuera.

 

La Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey

 

1 comentario:

  1. Bien por toda voz que se defina en pro de la cultura lectora. Sin embargo, la preponderancia del idioma escrito en las sociedad contemporánea, es tal que, corremos el riesgo de subestimar los idiomas no textuales. La pedagogía de la enseñanza literaria, específicamente en el ámbito semirural, nos impele a reconsiderar constantemente el valor semiológico que poseen otros sistemas de lectura que tienen como sustento discursivo o narrativo, distintos ejes sensoriales. El niño que pastorea sus animales observa la naturaleza, o el que trabaja en la calle ve transcurrir la vida cotidiana, no lo hace pasivamente, genera narraciones, conforma discursos, que si bien potencialmente frágiles en su estructuración académica, no carecen del poder de cohesión del sistema lingüístico, en su acepción más amplia. De alguna manera la carencia de herramientas de construcción que la escuela dota al individuo, se ven compensadas por la intrínseca red de la educación familiar y la casa, la vecinal y del barrio, e incluso la religiosa que permite al infante un margen de elección entre la realidad y la ficción, el decidir entre la infracción de la norma o el entrar intuitivamente en el llamado contrato social. El derecho y obligación a la educación comprende -mas allá de la noble, y alegremente obsesiva, labor de lectura de los libros impresos- abarca, desde un enfoque semiótico, a la enseñanza de las diversas formas de lectura que los libros de la vida ofrece. Saludos y gracias por la tribuna.

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