EXTINCIONES por Dhel Nagami. Querétaro, México.


Las Adalides del Tiempo y Espacio nos hemos sentido siempre muy orgullosas de cuidar al universo y, en especial, el planeta que nos vio surgir, evolucionar y sobrevivir para llegar a ser lo que ahora somos.

Lo que nunca tuvimos en cuenta, ni en nuestra imaginación más desbocada, fue a Chad. Ella, como nuestra hija, creció con el ansia de querer viajar al pasado para ayudar con las investigaciones y los cuidados que requiere la línea temporal.

Así que aún muy joven, casi una niña, empezó sus estudios como toda Adalid en la única escuela que tenemos. Pasaron los años iniciales y, en su momento, fue llevada en un tour de la Academia Primera a un tiempo cuando la atmósfera de la Tierra se componía de dióxido de carbono, metano y vapor de agua. Los microbios eran muy lindos y completamente anaeróbicos. 

Con un clima y una superficie de simple arena y polvo, las pequeñas estudiantes podían explorar a gusto sin riesgo de perderse o que algo se las comiera. A las playas llegaba el oleaje de mares muy tranquilos, apenas con sal y de tibia temperatura. En el cielo una inmensa y cerca Luna orbitaba un planeta que, para nosotras, ahora, sería irreconocible.

En cambio, era un excelente tiempo y entorno para que las futuras Adalides conocieran un planeta muy equilibrado, biológicamente hablando. Así había estado por casi 2000 millones de años desde que surgió la vida y así pudo continuar hasta que el Sol se volviera una gigante roja.

Como todas ustedes saben, algo pasó y llegó la Gran Oxidación: las cianobacterias desecharon oxígeno a raudales. Eso hizo que la atmósfera cambiara a la que ahora respiramos y los lindos microbios anaeróbicos se extinguieran.

Ese algo que pasó fue que Chad siempre tenía hambre. Se llevó un yoghurt con alga espirulina, probióticos y otras menudencias biológicas. Estando allá se dio cuenta que no podría quitarse el casco para comérselo una vez abierto el envase. Enojada lo avento y su  contenido se esparció en el mar.

Lo demás fue historia y evolución. Cuando su maestra nos contó lo que sucedido lo tomamos como una rabieta infantil y solo la regañamos. No podíamos hacer más ya que lo que hace una Adalid ya no se puede cambiar. Queda grabado en el flujo del tiempo y se vuelve una constante.

Y de no ser por este accidente nunca habríamos sidos seres de rápido metabolismo gracias al oxígeno.


Cuando pasó a la Academia Segunda le encargaron ella y sus compañeras un diorama del Cámbrico-Silúrico. Las chicas entraron en un debate sobre el periodo exacto dado el cambio entre una y otra era. Para resolverlo decidieron ir al año más cercano que separa ambas eras.

Llegaron con sus trajes de protección y cajas de fondo transparente para mirar el fondo marino. Observaron, tomaron notas, hicieron dibujos y nada tocaron o se llevaron tal como indican las Grandes Reglas de la Adalidad. 

El detalle es que a Chad siempre le ha gustado caminar al borde del mar para sentir el viento como las olas acariciando cabellera y sus pies. Se quitó solamente las botas y dio algunos pasos. 

Las olas tocaron la piel desnuda y se llevaron sus bacterias como hongos. Esos increíbles bichos aprovecharon para visitar y expandirse por los oceános entre esas eras y así ocurrió la segunda gran extinción. Nada tuvo que ver la supernova que ocurrió poco después que solo irradió con rayos UV para extinguir a los microbios de los pies de Chad que ya habían hecho su labor.

Lo demás fue historia y evolución. De nuevo la regañamos y la amenazamos que no sería Adalid si no se comportaba. Expresó, con enorme remordimiento, que no se dejaría llevar por impulsos y prometió cuidar su salud a partir de ese momento.

Así que dejamos en paz el asunto ya que debido a ese suceso ya que se puso en orden la locura de creatividad en formas y vidas del Cámbrico. De esta forma los cordados surgieron y, gracias a ellos, tenemos un cerebro que se alambra con el resto del cuerpo protegido por una columna vertebral.


En Academia Preparatoria se especializó mucho en botánica. Habían logrado extirpar las infecciones que cómodamente vivían en sus pies y, quizás por lo mismo, amaba el reino fungi como adoraba a los helechos. Hacía ejercicio y se cuidaba cada vez que se enfermaba. Antes de salir prestaba atención y revisaba por partida doble el equipo de protección temporal para evitar otro accidente, comía de forma previa para no tener hambre y, al estar encerrada estudiando, perdió interés por caminar desnuda en las playas.

Así que formó parte de una misión de observación entre el Devónico y el Carbonífero para admirar a los primeros organismos que salieron del océano. Era una labor difícil ya que tenían que saltar de década en década y de lugar en lugar. 

De tierra llana y sin vida de súbito, en un margen de diez mil años, esa zona estaba cubierta de hermosa vegetación primigenia y poco después era acompañada de la maravillosa vida animal que se arrastraba por allí y por allá.

En uno de los regresos Chad recibió la alerta: una válvula en su invernadero micótico ponía en riesgo un experimento importante para el final de ese nivel de estudios. En el receso tras el salto y previo al siguiente, tras quitarse el traje, corrió con su tableta al laboratorio, la puso encima del borde de un contenedor que tenía tierra preparada con esporas diversas. 

Al extraer la válvula le dio un codazo a la tableta que cayó dentro del contendor y se ensució. Reemplazó la válvula, sacó la tableta y mientras la limpiaba con su ropa, regresó a ponerse el traje y realizar el protocolo previo a la salida.

Esta vez, por las prisas, no hizo doble revisión ni limpió debidamente su equipo. Menos la tableta. Hizo el salto con el resto del grupo y, a cierta hora de cierto día de cierto año del muy remoto pasado, se regaron en la tierra virgen las esporas que estaban adosadas a su equipo..

Lo demás es historia y evolución. Al revisar lo que sucedido consideramos que no fue su culpa sino que deberíamos reflexionar que si viajamos en el tiempo no hay prisas. Desarrollamos una norma para revisar todo de forma triple e inventamos filtros para detectar esporas, semillas u otros organismos que pudieran interferir en ecologías planetarias.

Hecho esto dejamos en paz el asunto ya que debido a esta cadena de sucesos en la tercera extinción fue que salimos del océano y conquistamos la Tierra.


Preparándose para ser Adalid Junior, Chad prosiguió con sus estudios y excelente comportamiento. Participando en los diversos saltos temporales que formaban parte de su entrenamiento y se ofreció de voluntaria más de una vez.

En una ocasión en que daría un salto a la frontera en el Pérmico y el Triásico   

era la encargada de llevar la maleta que contenía el equipo del verificación climática. Como lo marca el procedimiento, van y vienen por el sitio a investigarinvestiganr tomando mediciones y sin pisar el suelo para evitar un Bradbury. Nunca hemos querido que el futuro-presente cambie.

La maleta de Chad empleaba cierres de presión que operan con unos pequeños y energéticos resortes. Ya sea por el uso excesivo, fatiga de materiales o mala suerte, al volver el broche derecho del maletín estalló y sus pedazos volaron dentro del portal para todos lados.

Debido al susto, Chad soltó el maletín lo que provocó que el otro cierre no soportara la fuerza del impacto y también voló por los aires. El contenido se desparramó entre el pasado, el continuo atemporal dentro del portal y el presente.

Algún resorte rebotó o giró en extraños ángulos y así entró a las dimesiones planckianas. Esto provocó una sobrecarga en el portal del tiempo lo que obligó a que las ingenieras actuaron con celeridad para sostenerlo lo suficiente paraa que llegara Cha, la última que había cruzado.

Debido a las fluctuaciones taquiónicas ls única forma de compensar era inyectar un volumen cuasinfinito de gravitones. Al hacer esto se genera una haz de atracción gravitatoria que busca un cuerpo masivo para enlazarse y liberar energía.

En ese preciso momento un asteroide de 45 kilómetros de largo pasaba por el plano terrestre y fue atrapazdo por el haz que lo atrajo hacia la Tierra. Impactó a 30 m/s. Su marca se puede ver en la Tierra de Wilkes sobre la Antártida. Mide unos simpáticos 500 kilómetros , como efecto secundario, activó los traps siberianos. Gracias al impacto y la erupción masiva consecuente se extinguió el 96% de las brillantes especies terrestres y marinas.

Lo demás es historia y evolución. Al revisar los demás maletines descubrimos un error de diseño que provocaría más temprano que tardo que estallaran los cierres. Desechamos los existentes, cancelamos el contrato con el proveedor y lanzamos un concurso de maletines hiperseguros para viajar por el tiempo y el espacio. El modelo ganador fue obra de Chad.

Hecho esto dejamos el asunto en paz ya que de no ser por este raro acontecimiento la evolución de los mamíferos se habría adelantado con resultados impredecibles. Así no habría llegado la era de los dinosaurios y nos habríamos quedado sin ellos. Podemos contar con los dedos de una mano los pocos humanos que no los adoran.


En el transcurso de su conversión a Adalid Mayor evitamos, en la medida de lo posible, que Chad diera salto alguno a la frontera entre el Triásico y el Jurásico. Era claro que las extinciones ocurridas habían sido cuestiones infantiles o meros accidentes pero ella, de una forma que no entendíamos, hacía converger el azar de la fatalidad.

El que siempre estuviera involucrada Chad era lo que nos ponía nerviosa y por eso se tomó la decisión de restringir sus movimientos hacia ese periodo. Se le permitía viajar a otras era alejadas de sus límites. Conocía la restricción y se sentía libre de quitarse la mala fama. Era feliz y trabajaba a gusto. Igual lo éramos las demás Adalides.

El Máximo Aquelarre de Adalides restringió el resultado del estudio que estableció que la siguiente extinción, la del Triásico-Jurásico, fue efecto indirecto de la pequeña roca que chocó con la Tierra. Además de provocar por miles de años una serie de erupciones en los traps y que no han tenido paralelo en la historia de la Tierra, el impacto rebotó dentro de la Tierra e hizo que el magma vibrara de tal forma que despertaron las placas tectónicas que empezaron a moverse como si estuvieran en una fiesta.

Pangea se fragmentó y los pedazos se desplazaron en todos sentidos separándose y chocando a placer. Esto generó una cadena de sucesos que disparó la quinta extinción. Es impresionante lo que un pequeño resorte puede generar si entrar a una dimensión prohibida. Es un enorme recordatorio de todo lo que se expresa y se vive de la teoría del caos: el batir de las alas de una mosca de la fruta puede cambiar un planeta.

Entendido esto dejamos el asunto de paz ya que de no ser así los primeros dinosaurios, medio feos y mal hechos, no habrían dado paso al increíble gigantismo y al más famosos representante de todos: el Tiranosaurio Rex. Aunque eso sí, hay quienes se realizan al cabalgar las montañas andantes del Argentinosaurus o el Gigantosaurus.


Gracias a estas reflexiones dejamos que Chad viajara a la frontera entre el Cretácico y el Terciario. Siempre, como ceremonia de graduación a aquellas que se convierte en Adalid Mayor, dejamos que presencien la caída del meteorito de diez kilómetros de longitud y que hizo que los dinosaurios se extinguieran.

Como todas saben desde que nacen, esto dio pie a que los mamíferos fueran la especie dominante y, como resultado, 65 millones de años después es que aparecieron nuestros fabulosos antepasados.

El que las llevemos a presenciar ese suceso es una forma para hacerles recordar que por más que seamos las Adalides del Tiempo y del Espacio y que pretendamos ser las Emperatrices del Cosmos hay poderes superiores a nosotrosas. 

Y uno de ellos es el azar. Visto en perspectiva nunca nos percatamos que Chad era hija y digna sucesora del caos, del azar, de la suerte. En cierta forma era una Pandora que por sí misma era la caja que se abría para soltar las extinciones masivas. 

No supimos a bien qué sucedió en su transcurso rumbo al Máximo Aquelarre. Quizás  en algún momento entendió que esto era su esencia y objetivo de su existencia. Quiso creer que tenía una übermisión y fue como planeó el empujar la evolución de la humanidad para llevarla al Antropoceno con sus duras implicaciones. 

Muchas de nosotras atestiguamos cómo fue la que nos enseñó a domar el fuego, cocinar alimentos, llenar cavernas con dibujos, hacernos entender la escritura y empujarnos a conocer el mundo. Fue la diosa madre por que se asentaron y crecieron de poblados a civilizaciones. Algunas de nosotros pensamos que el síndrome de la Madre Gaia.

Otras hipotetizaban si estuvo detrás de la invención de la máquina de vapor y la industrialización que disparó la séptima extinción como herencia del Antropoceno. Intentamos atraparla en sus correrías a lo largo del desarrollo y evolución de la humanidad. 

No pudimos: tenía el don de anticipar nuestros movimientos y trampas. Incluso cuando la detuvimos en el presente-atemporal dentro de nuestra Colmena de la Liminidad ella aparecía en el Holoceno. Vimos sus huellas en las nieves de las glaciaciones, borramos con dificultad el fantasma de su mano en cavernas llenas de pinturas, recogimos tejas de arcilla donde quedó grabada la marca de sus dedos, censuramos la literatura de Enheduanna que la describía su presencia y visión. 

Logró burlarnos e hizo estallar la enorme pared que contenía al Atlántico y que hizo que se inundara de nuevo el Mediterráneo, propició el estallido de Santorini, rescató a los constructores de Döggerland y persiguió a los pueblos de Mar. De esta forma alteró la historia de Europa para acelerar una serie de descubrimientos y avances.

Hizo que los pueblos de Asia no temieran los largos viajes oceánicos y fue como alcanzaron isla tras isla en el Pacífico. Enseñó a cómo cultivar por terrazas y almacenar agua a los habitantes de los Andes. Buscó que surgieran civilizaciones y la escuchamos lamentarse en los callejones oscuros del tiempo ya que la guerra y la depredación forman parte de la historia de la humanidad.

La Chad que reteníamos en la Colmena reclamaba que esa no era ella, que no estaba a favor de tanta intervención y caos, que nunca aspiró a que se emplearan métodos llenos de sangre y barbarie para que llegáramos a ser lo que éramos. Rogó por su libertad.

El Aquelarre Máximo tomó decisiones drásticas y decidió que la situación ameritaba una enorme excepción: se podía, se debía modificar lo que una Adalid consagró. Durante años prepararon escuadrones de caza y corrección. Lanzaron a decenas a los flujos temporales para evitar la extincion del Antropoceno.

Así que al mirar al pasado dejamos de ver el presente. Tras que descubrimos que Chad desapareció revisamos el flujo de tiempo más cercano. Vimos cómo de un pequeño portal surgió una mujer de blanca y larga cabellera, rostro surcado por multitud de arrugas y cicatrices, andar enérgico y decidido. Portaba un traje muy avanzado con el que podía atravesar paredes y levitar. 

Siguió una ruta que conocía de memoria para llegar a donde reteníamos a Chad. Entró a su habitación y se plantó frente a ella. La saludó y se presentó como la Chad del Futuro del Futuro. Expresó que venía por ella ya que así había sido y así tenía que ser. Que requería de sus óvulos para procrear a la primera y única Chad. 

Ante la incredulidad de la Chad joven le dijo cosas que solo una ella sabía: el envase yoghurt apareció en su bolso sin que supiera quién lo hizo; por la noche, mientras dormía, una voz susurró lo bello de meter los pies al agua cálida; alguien cambió discretamente el diseño de los cierres de los maletines; etc. 

También le habló de la sensación de que a pesar de haber nacido y crecer entre Adalides se sentía fuera de época y lugar; la sensación aplastante de tener que seguir a la autoridad y las normas; el temor constante, la pesadilla de crear un Bradbury pero sobre las ganas de liberarse de todos y todo.

“Ven conmigo y rompamos con lo existente para que sea lo que será” invitó la anciana y extendió su mano. La joven la tomó, el portal las envolvió y desaparecieron. Solo entonces fueron que sonaron las alarmas y el registro mostró un salto más allá del umbral que tenemos prohibido tecnológicamente: el futuro.

Hicimos regresar a todas las brigadas y buscamos revisar la vida de Chad. Descubrimos que una anciana que entró a la matriz de procreación sustituyó el óvulo existente por otro clonado de ella misma y le daría a luz a nuestra aleatoria Adalid. Logramos rastrear los sucesos descritos por la visitante y descubrimos la sombra de presencia en esos instantes. 

De las pocas imágenes y videos de la Chad que intervino en la evolución y desarrollo humano vimos que de forma aleatoria las marcas de edad y las cicatrices aparecieron. Con enorme esfuerzo logramos ordenar ese acervo y presenciamos cómo el transcurso de su vida la envejeció. Creemos que llegó cuando menos la medio milenio.

Entendido esto dejamos el asunto de paz ya que de no ser por ella la humanidad no habría llegado más allá del Antropoceno y nunca surgirían las Adalides. El dogma que nos ha sostenido y que expresó la Chad anciana es verdad: lo que tocamos ya no puede cambiarse y su efecto se vuelve una constante. Regresamos a lo que nos apasiona y es admirar la maravilla que ha sido nuestro planeta desde su surgimiento. Es reconfortante saber también que Chad no fue nuestra hija sino que nosotros, como resultado de esta cadena de azares, surgimos como sus hijas.


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