PARA UN CORAZÓN EN UN PUERTO.
EN BLANCO.
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Definir
a la poesía, es como encerrarla en una jaula, cuando la poesía tiene alas.
Intentarlo,
no podría.
¿Quién
inventó la poesía?
El
ser humano tuvo la necesidad de comunicarse, a través de los medios que
reconoció en la humanidad y la naturaleza descubrió una posibilidad infinita de
creación. La expresión poética en la diversidad lingüística se ha ido transformando,
pero nos ha mantenido unidos. Un poema, un libro, una narración oral o escrita
vive cada vez que se practica, se enseña y no deja de dar vueltas por el
mundo.
Pienso
que la poesía nació porque el ser humano reconoció su mortalidad, se reconoce
como un ser tangible y con emociones, porque al abrir los ojos y ver un ave
quiso escribir acerca de su canto, porque conoce del sufrimiento, la soledad y
la resignación, conoce el amor.
Entonces
encontramos a Emily Dickinson, escribiendo desde su habitación:
5[1]
Tengo un pájaro en primavera
para mí sola canta—
la primavera seduce.
Y cuando el verano se acerca—
y cuando la rosa aparece,
el pájaro se va.
Y asimismo no me quejo
sabiendo que ese pájaro mío
a pesar de haberse ido —
estudia más allá del mar
melodías nuevas para mí
y volverá.
Raudas en mano más segura
contenidas en tierras más naturales
son mías—
y aunque ahora partan,
digo a mi desconfiado corazón
son tuyas.
En un sereno brillo,
En una más dorada luz
Veo
cada ínfima duda y temor,
cada pequeña discordia acá
terminada.
Entonces no me lamentaré,
Sabiendo que este pájaro mío
aunque haya volado
en un distante árbol
deslumbrante melodía para mí
volverá.
Las
biografías comentan que ella no salió de casa para escribir poemas, además, que
pocos de ellos conocían de sus escritos y sólo unos cuantos fueron publicados,
su obra literaria fue ignorada mientras ella vivía, fue hasta después de su
muerte cuando su hermana descubre los otros poemas que no habían visto la luz.
Entonces comenzaron las traducciones y hoy tenemos algunas antologías que nos
muestran la creación de Emily Dickinson, ninguna palabra mía podría hacer
justicia a la belleza de sus cantos, recomendar su lectura sería lo más
apropiado. A ella la encuentro en la naturaleza, en el pequeño bosque en el que
me ha tocado crecer, la veo a través de mi ventana y me indica que hoy es un
buen día para sentir la poesía.
Después
con Sor Juana Inés de la Cruz, poesía que nos da libertad y entrega,
libertad de escribir y se entrega a lo que se ama. En la búsqueda de la pasión
por la poesía, tuvo que desafiar a las leyes impuestas por la sociedad, en su
mayoría hombres. Con los dones de su pluma y su inteligencia, adelantada a su
época, nos da regalos inmortales, poemas, poesía y palabras.
Puro amor, que ausente, y sin deseo
de indecencias, puede sentir lo que
el
más profano.[2]
[…]
Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento,
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.
[…]
¿Cómo hablar de ella sin sentir pertenencia en sus poemas?, quiero decir, mis sentimientos les pertenecen a sus textos, la poesía que ella manifiesta trasciende entre nosotras, mujeres, de quien reconoció el trabajo que desempeñaban día con día y a través de su voz también sintió libertad, así lo veo, así puedo sentir sus palabras, mexicana, Rosario Castellanos tiene un amplio pasaje de libros y poesía, recomiendo todos, todos los que de ella encuentres.
Bella dama sin piedad[3]
Se deslizaba por las galerías.
No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera
vibrante
de aria recién cantada.
Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura
el tiempo:
esperanza o nostalgia.
Sueña, no está. Imagina, no es.
Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.
Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y
saluda
desde Su antepasado pálido por la
muerte.
Porque no es el cisne. Porque si la
señalas
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de
la nube
el testimonio del poder del viento.
Presencia prometida, evocada.
Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se
manifiesta
el corazón del fuego.
El vacío que habita se llama
eternidad.
Bajo el seudónimo de Ellis Bell, Emily Brönte escribe poemas en sus diarios íntimos, además de Cumbres Borrascosas, llegó a mis manos un pequeño librito de segunda mano del año 1967, con el texto original, entre sus poemas nos transmite la cotidianidad de sus días y la belleza del lenguaje que, al leerlos en otro idioma, podemos escuchar el ritmo y la música de los poemas.
Redbreast,
early in the morning[4]
Redbreast,
early in the morning
Dank
and cold and cloudy grey,
Wildly
tender is thy music,
Chasing
angry thought away.
My
heart is not enraptured now,
My
eyes are full of tears,
And
constant sorrow on my brown
Has
done the work of years.
It
was not Hope that wrecked at once
The
spirit’s calm in storm,
But
a long life of solicitude,
Hopes
quenched and rising thoughts subdued,
A
bleak November’s calm.
What
woke it then? A little child
Strayed
from its father's cottage door,
And
in the hour of moonlight wild
Laid
lonely on the desert moor.
I
heard it then, you heard it too,
And
seraph-sweet it sang to you:
But
like the shriek of misery
This
wild, wild music wailed to me!
Y en mi primer taller de poesía me presentaron a Anne Carson con La belleza del marido, un ensayo narrativo en 29 tangos, ahí logré identificarme con un tango, una ocasión vi publicado mi cuento sin mi nombre, no en mi perfil, alabándolo a él, por palabras que no eran suyas. La poesía logra sanarnos, desde adentro.
II. PERO UNA DEDICATORIA SOLO ES
AFORTUNADA SI SE REALIZA
EN PRESENCIA DE TESTIGOS. ES
ESENCIALMENTE UNA PÚBLICA
RENDICIÓN COMO LA DE ESTANDARTES EN
UNA BATALLA.[5]
Sabes
hace años estuve casada y cuando se fue mi marido se llevó mis
libretas.
Libretas
con espiral.
Ya
sabes ese frío y ladino verbo escribir. Le gustaba escribir, no le gustaba
tener
que empezar
él
mismo cada pensamiento.
Utilizaba
mis comienzos con varios propósitos, por ejemplo en un bolsillo
encontré
una carta que había empezado
(a
su amante de aquel momento)
que
contenía una frase que yo había copiado de Homero: ’ eντροπαλιζομʹενη,
es
como cuenta Homero
que
Andrómaca se fue
cuando
se separó de Héctor: «mirando a menudo hacia atrás»
bajó
de
la torre de Troya y fue a través de las calles empedradas a la casa de su
leal
marido
y ahí
con
sus mujeres entonó un lamento por un hombre con vida en su propia
morada.
Leal
a nada
mi
marido. ¿Entonces por qué le amé desde la temprana adolescencia hasta
entrada
la madurez
y la
sentencia de divorcio llegó por correo?
La
belleza. No tiene mucho secreto. No me da vergüenza decir que le amé por
su
belleza.
Como
volvería a hacerlo
si
se acercara. La belleza convence. Ya sabes que la belleza hace posible el
sexo.
La
belleza hace al sexo sexo.
Tú
lo entiendes mejor que nadie... silencio, pasemos
a
las situaciones naturales.
Otras
especies, que no son venenosas, a menudo tienen coloraciones y
estampados
parecidos
a las especies venenosas.
Esta
imitación de una venenosa por otra especie que no lo es se llama
mimetismo.
Mi
marido no era mimético.
Hablarás
sin duda de los juegos de guerra. Me oíste quejarme a menudo
cuando
estaban aquí toda la noche
con
los tableros tirados y tapetes y lucecitas y cigarrillos como la tienda de
Napoleón,
supongo,
¿quién podía dormir? Después de todo mi marido era un hombre que
sabía
más
acerca
de la batalla de Borodino
que
sobre el cuerpo de su propia mujer, mucho más. La tensión se derramaba
por
las paredes
y el
techo,
a
veces jugaban desde el viernes por la noche hasta la mañana del lunes sin
parar,
él y
sus pálidos y furiosos amigos.
Sudaban
mucho. Comían carne de los países en los que jugaban.
Los
celos
no
eran precisamente una pequeña parte de mi relación con la batalla de
Borodino.
Lo
odio.
¿Ah,
sí?
Por
qué jugar toda la noche.
Es
en tiempo real.
Es
un juego.
Es
un juego real.
Es
eso una cita.
Ven
aquí.
No.
Necesito
tocarte.
No.
Sí.
Aquella
noche hicimos el amor «de manera real», cosa que no habíamos
intentado
aunque
lleváramos seis meses casados.
Gran
misterio. Ninguno de los dos sabía dónde poner la pierna y hasta hoy
aún
no sé
si
lo hicimos bien.
Parecía
feliz. Eres como Venecia dijo encantador.
A la
mañana siguiente temprano
escribí
una breve conferencia («Sobre la desfloración») que me robó y publicó
en
una pequeña revista trimestral.
Por encima
de todo esa era una característica interacción entre nosotros.
O
debería decir ideal.
Ninguno
de los dos había estado nunca en Venecia.
También en ese mismo taller conocí a Wislawa Szymborska, la Antología Poética que tengo en este instante abierto para elegir un poema, ella dice: “Todo está en mis poemas.”
La mujer de Lot[6]
Miré atrás por curiosidad.
Mas curiosidad aparte, pude tener
otras razones.
Miré atrás de pena por la fuente de
plata.
Por descuido, mientras ataba la correa
de mi sandalia.
Para no mirar más el cogote justo
de mi esposo, Lot.
Por la súbita certeza de que, si
muriera,
ni siquiera se habrían detenido.
Por la desobediencia de los
sumisos,
de la persecución.
Tocada por el silencio, esperando
que Dios cambiara de
parecer.
Nuestras dos hijas ya desaparecían
detrás de la cima de la
colina.
Sentí la vejez en mí. La lejanía.
La vanidad de viajar. El sueño.
Miré atrás al poner el hatillo en
el suelo.
Miré atrás por temor a dónde dar el
paso.
En mi sendero aparecieron
serpientes,
arañas, ratones, polluelos de
buitres.
Ya ni lo bueno ni lo malo
—simplemente, todo lo vivo,
reptaba y saltaba en pánico
colectivo.
Miré atrás por mi soledad.
Por vergüenza de estar huyendo a
hurtadillas.
Por ganas de gritar, de regresar.
O quizá sólo cuando arreció el
viento,
soltó mi cabello y me levantó el
vestido.
Sentí que me miraban desde las
murallas de Sodoma
y rompían en carcajadas una y otra
vez.
Miré atrás por rabia.
Para saciarme de su gran perdición.
Miré atrás por todas las razones
arriba expuestas.
Miré atrás de forma involuntaria.
Fue sólo una piedra la que giró
rugiendo bajo mi cuerpo.
Fue una grieta la que, de súbito,
me cortó el camino.
En el borde un hámster se agitaba
sobre sus dos patas.
Y fue entonces cuando ambos miramos
atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y levantando el
vuelo,
hasta que la oscuridad cayó del
cielo,
y con ella la gravilla ardiente y
las aves muertas.
Por falta de aliento giré repetidas
veces.
Quien lo viese habría pensado que
bailaba.
No descarto que tuviera los ojos
abiertos.
Es posible que me desplomara
mirando hacia la ciudad.
En
este recorrido de poesía creada por mujeres, viene a mi memoria un fragmento
que coloqué una caja de moños:
15[7]
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.
Minutos
después llené a mi habitación con el Árbol de Diana, Alejandra
Pizarnick aún mantiene a los pétalos de mis flores con las cuatro
estaciones. Si no la menciono estaría faltando a mis primeros encuentros con la
poesía, fue ella que, a través de sus palabras, arropó mis días universitarios.
Con
esta selección de encuentros emotivos, dejo al alcance poesías de las plumas
que se encuentran en mi oficio de lectora. Con gusto espero sus recomendaciones
y comentarios. Disfrutemos de la poesía, en los libros, y en la música, en
todas partes, la poesía está donde uno se siente libre.
[1] Dickinson, E., 2019, Poemas, Editorial Planeta Mexicana, bajo el sello editorial Austral.
[2]de
la Cruz, S.J.I., 2018, Ecos de mi pluma. Antología en prosa y verso, Penguin
Random House.
[3]
Castellanos, R., 1984, Bella dama sin piedad y otros poemas, Fondo de Cultura
Económica.
[4] Brontë, E., 1967, Wuthering Heights
and Selected Poems, Pan Classics.
[5]
Carson, A., La belleza del marido, un ensayo narrativo en 29 tangos, Lumen.
[6]
Szymborska, W., 2018, Antología Poética, Colección Visor de Poesía.
[7]
Pizarnik, A., 2017, Poesía Completa, Lumen.
Bello día Pym, y una bella recomendación: https://www.edicionesera.com.mx/libro/inventario-segunda-edicion_49645/
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