LOS LIBROS QUE HABLAN DE LA MUERTE SE LEEN DE MANERA DISTINTA CUANDO ÉSTA HA LLEGADO ANTES QUE ELLOS.
EN BLANCO.
“No
es un secreto que alguien lo sepa:
leer es siempre la búsqueda de eso que un día perdimos.”
Marco Antonio
Murillo
Los libros llegan en el
momento adecuado. ¿Cuál es ese momento?, lo sabemos reconocer cuando llega,
tenemos esa intuición de lectores.
Para recomendar este
libro necesito compartir con ustedes una serie de momentos.
Ya habían pasado algunos
minutos, no sé cuántos en realidad, yo aún seguía sin poder creer que mi abuelo
había cerrado los ojos para siempre. En un momento detenido, me avisan que mi
libro (porque ya era mío), había llegado.
Tal
vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden
hablarnos.
Con lágrimas en los ojos,
tomé el celular y le escribí a Marco Antonio Murillo, presumiéndole que un
ejemplar de su obra ya estaba conmigo, en una plática breve concretamos, a
petición mía, una charla. Por ajetreos del momento, pude leer el libro el fin de
semana.
Teniendo entre mis manos
el libro que este año recibe el Premio de
Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, con diseños de flores y
una portada que evoca a la naturaleza, comencé a tomar las hojas y descubrir Biologías, Cantos, Imaginaciones y Epílogo, se
puede encontrar un jardín selecto que el autor nos comparte a través de sus
poemas, y evoca, al inicio, a Eduardo Lizalde, Humbold, a Emily Dickinson:
The
Emily Dickinson´s Herbarium
Todo
poema es un arte botánica.
Lo
dijo Emily Dickinson,
o
cuando menos lo pensó,
mientras
diseccionaba un par de versos
y
oía el aire tímido de Massachusetts
correr
entre los árboles que visitaban Main Street.
Rota
alcancía de olores
fue
el poema, era una mañana
de
sabiduría vegetal:
las
estrofas
saltaban
de los espinos de la memoria
y
se confundían con los fantasmas del olfato.
De
pronto, escribir
se
parecía a salirse de nuevo
de
la habitación (casi siempre cerrada)
y
encontrar alguna flor que aún hable del frío:
cómo
el invierno nunca muere,
cómo
persiste en las fibras
que
retuercen la primavera.
El Lilium lancifolium, por ejemplo, o
lirio tigre,
era
como apretarse el calor en los huesos
y
escribir contra el herbario:
es tan poco el
trabajo de la hierba, al morir
debe deshacerse en
fragancias
que se queman
dormidas.
Es
tan poco el trabajo del poema
que
apenas si abona algo a la tierra,
ese
sentir que tras cada línea,
cada
verso recién regado,
los
muertos
nos
dan el último nervio de su juventud.
O
acaso afuera de la habitación, lejos
de
una mesa dispuesta para la soledad,
las
hierbas, las plantas y los árboles
sin más fruto que la muerte de la tarde,
nada
dicen
de
esta vida, sólo crecen esperando
a
que las estaciones o las pisadas
de
algún animal digan algo por ellos.
A través de su poesía,
nos muestra una mirada distinta del jardín, las flores y los insectos, en fin,
todo aquél que habita en aquel lugar secreto de la mano con la muerte, ese
proceso biológico que llevan los seres vivos.
No podría hacer justicia
con mis palabras a este libro que tengo entre mis manos, pues lo he releído
como una biblia.
Mi abuelo era un árbol,
un árbol fuerte y grande, un árbol que, con el tiempo, su tiempo de 103 años,
regresó a la tierra, sus ramas crujieron y lanzó el último suspiró al viento. Los
libros que hablan de la muerte se leen de manera distinta cuando ésta ha
llegado antes que ellos, pues no hacemos una reflexión objetiva, no queremos
entender por qué la muerte hizo tal cosa o por qué llega sin aviso; a veces no
sabemos cómo hablar de ello o escribirlo, sólo quería estar en silencio y en mi
silencio tuve una plática con el jardín del autor: Días de Carlos cuando despertó.
Una
estación en tránsito, tal vez eso somos.
Esto lo escribo un día
antes de que se cumpla la semana de su muerte y evoco (Salmo nueve), como la naturaleza de la muerte, de lo humano y esa
ciencia que podemos tocar a través de las páginas de este libro, deseo con mi
corazón que todos puedan acercarse a la obra de Marco Antonio Murillo, en
nuestra época que todo se desgasta más rápido de lo común; la naturaleza, ese
lugar que habitamos y nos habita, valdría cada segundo intentar reconectarnos
con ella, pues a través de ella entendemos la vida y la muerte. Nos tocó vivir
el tiempo en que todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos, nos tocó el año de
las despedidas y Tal vez el crecimiento
de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos, sea lo
que su creador nos dice:
Comentarios
Publicar un comentario