miércoles, 31 de marzo de 2021

LOS LIBROS QUE HABLAN DE LA MUERTE SE LEEN DE MANERA DISTINTA CUANDO ÉSTA HA LLEGADO ANTES QUE ELLOS.

EN BLANCO.

21 de marzo del 2021.

Por: Pym.


No es un secreto que alguien lo sepa: leer es siempre la búsqueda de eso que un día perdimos.”

Marco Antonio Murillo

 

Los libros llegan en el momento adecuado. ¿Cuál es ese momento?, lo sabemos reconocer cuando llega, tenemos esa intuición de lectores.

Para recomendar este libro necesito compartir con ustedes una serie de momentos.

Ya habían pasado algunos minutos, no sé cuántos en realidad, yo aún seguía sin poder creer que mi abuelo había cerrado los ojos para siempre. En un momento detenido, me avisan que mi libro (porque ya era mío), había llegado.

 

Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos.

 

Con lágrimas en los ojos, tomé el celular y le escribí a Marco Antonio Murillo, presumiéndole que un ejemplar de su obra ya estaba conmigo, en una plática breve concretamos, a petición mía, una charla. Por ajetreos del momento, pude leer el libro el fin de semana.

Teniendo entre mis manos el libro que este año recibe el Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, con diseños de flores y una portada que evoca a la naturaleza, comencé a tomar las hojas y descubrir Biologías, Cantos, Imaginaciones y Epílogo, se puede encontrar un jardín selecto que el autor nos comparte a través de sus poemas, y evoca, al inicio, a Eduardo Lizalde, Humbold, a Emily Dickinson:

The Emily Dickinson´s Herbarium

 

Todo poema es un arte botánica.

Lo dijo Emily Dickinson,

o cuando menos lo pensó,

mientras diseccionaba un par de versos

y oía el aire tímido de Massachusetts

correr entre los árboles que visitaban Main Street.

 

Rota alcancía de olores

fue el poema, era una mañana

de sabiduría vegetal:

las estrofas

saltaban de los espinos de la memoria

y se confundían con los fantasmas del olfato.

 

De pronto, escribir

se parecía a salirse de nuevo

de la habitación (casi siempre cerrada)

y encontrar alguna flor que aún hable del frío:

cómo el invierno nunca muere,

cómo persiste en las fibras

que retuercen la primavera.

 

El Lilium lancifolium, por ejemplo, o lirio tigre,

era como apretarse el calor en los huesos

y escribir contra el herbario:

es tan poco el trabajo de la hierba, al morir

debe deshacerse en fragancias

que se queman dormidas.

 

Es tan poco el trabajo del poema

que apenas si abona algo a la tierra,

ese sentir que tras cada línea,

cada verso recién regado,

los muertos

nos dan el último nervio de su juventud.

 

O acaso afuera de la habitación, lejos

de una mesa dispuesta para la soledad,

las hierbas, las plantas y los árboles

 sin más fruto que la muerte de la tarde,

nada dicen

de esta vida, sólo crecen esperando

a que las estaciones o las pisadas

de algún animal digan algo por ellos.

  

A través de su poesía, nos muestra una mirada distinta del jardín, las flores y los insectos, en fin, todo aquél que habita en aquel lugar secreto de la mano con la muerte, ese proceso biológico que llevan los seres vivos.

No podría hacer justicia con mis palabras a este libro que tengo entre mis manos, pues lo he releído como una biblia.

Mi abuelo era un árbol, un árbol fuerte y grande, un árbol que, con el tiempo, su tiempo de 103 años, regresó a la tierra, sus ramas crujieron y lanzó el último suspiró al viento. Los libros que hablan de la muerte se leen de manera distinta cuando ésta ha llegado antes que ellos, pues no hacemos una reflexión objetiva, no queremos entender por qué la muerte hizo tal cosa o por qué llega sin aviso; a veces no sabemos cómo hablar de ello o escribirlo, sólo quería estar en silencio y en mi silencio tuve una plática con el jardín del autor: Días de Carlos cuando despertó.

Una estación en tránsito, tal vez eso somos.

Esto lo escribo un día antes de que se cumpla la semana de su muerte y evoco (Salmo nueve), como la naturaleza de la muerte, de lo humano y esa ciencia que podemos tocar a través de las páginas de este libro, deseo con mi corazón que todos puedan acercarse a la obra de Marco Antonio Murillo, en nuestra época que todo se desgasta más rápido de lo común; la naturaleza, ese lugar que habitamos y nos habita, valdría cada segundo intentar reconectarnos con ella, pues a través de ella entendemos la vida y la muerte. Nos tocó vivir el tiempo en que todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos, nos tocó el año de las despedidas y Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos, sea lo que su creador nos dice:

 

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